El 27 de junio la Asamblea General se reunió para recordar los 50 años del golpe de Estado, oportunidad en que el Senador Jorge Gandini expresó que todos “tenemos que aprender de esos tiempos, y de los errores”, y que ahora “es el momento de ir a lo trascendente, a lo que nos queda, a la construcción de lo que viene”
Dijo compartir el “Nunca Más”, sin embargo agregó que a ese “Nunca Más vacío no dice mucho” hay que darle contenido, y “esa es la autocrítica que la sociedad, y sobre todo el sistema político, tienen que hacerse”, y que “quizá lo hagan en la intimidad”.
En ese sentido, “hay que decir ‘Nunca Más’ a muchas cosas: nunca más al terrorismo, y nunca más al terrorismo de Estado; nunca más a los iluminados que vieron el atajo para conquistar el poder, más allá de la opinión del soberano y de las urnas, y nunca más a la tortura, a la persecución, a la cárcel, al asesinato, a la coordinación con dictaduras de la región, al sometimiento a los designios del imperio, que llevaba adelante su estrategia en la región; nunca más a los secuestros, a las ejecuciones, a la tortura y nunca más a las desapariciones de uruguayos, nunca más a la persecución de los que piensan distinto. Nunca más a un cúmulo de circunstancias que nos hicieron vivir el atropello y el autoritarismo, pero también la confrontación y la violencia en el país”.
Más adelante Gandini planteó que aquello que vale para nosotros también es válido para todos las personas y pueblos: La “defensa de derechos humanos, de libertades y de democracia ¡vale para todos! ¡La vamos a defender acá y en toda América Latina! ¡Donde haya violación de los derechos humanos, donde se conculque la libertad del pueblo, donde no haya prensa libre, donde haya presos políticos por pensar diferente, se levantará nuestra voz! Allí estaremos nosotros, bajo la misma consigna que nos reunió a todos el 27 de noviembre de 1983 en el último pacto unánime del pueblo uruguayo en el Obelisco: ‘Por un Uruguay democrático y sin exclusiones’”.
“Con las mismas palabras que Alberto Candeau terminó de leer aquella brutal
proclama, que es histórica, quiero terminar la mía: “¡Viva la libertad! ¡Viva la república! ¡Viva la democracia!’”, finalizó.
El siguiente la transcripción completa de las palabras del senador Jorge Gandini, en la Asamblea General del 27 de junio.
ASAMBLEA GENERAL – 27 JUNIO 2023.
SEÑOR GANDINI – Muchas gracias, señora presidenta.
Quisiera iniciar mi breve intervención haciendo un reconocimiento a todos los que han trabajado, y particularmente a usted, que ha liderado esta iniciativa de hacer una pausa desde el Parlamento, que ha contagiado al país entero, que lo ha parado para recordar –no conmemorar ni festejar como se ha dicho– aquellos episodios trágicos de hace 50 años, sobre todo con la idea de reflexionar, de aprender y de construir para adelante, valorando lo que tuvimos y lo que perdimos.
La jornada de ayer fue intensa emocionalmente, impactante y removedora, aun para quienes tenemos años en esta casa.
La patria, más allá del concepto hermoso que acabamos de compartir en la voz de Héctor Toba Gutiérrez Ruiz –último presidente de la Cámara de Diputados antes del golpe de Estado y asesinado por esa dictadura–, es un conjunto de símbolos, es intangible, imposible de asir, pero está repleta de simbología, de sentimientos colectivos compartidos por una sociedad, que es una comunidad espiritual, como la nuestra. Y la jornada de ayer fue una secuencia de símbolos fuertes, importantes.
Le confieso, señora presidenta, que no podía arrancar sonido de mi cuerpo para cantar el himno en el Salón de los Pasos Perdidos, ocupado por el coro Sodre, el piano, el público, los parlamentarios, las autoridades y las Fuerzas Armadas. Hace 50 años por allí entraron las botas de unos mandos militares que confiscaron el poder soberano a la fuerza e irrumpieron en este lugar para tomarlo, como recién decía Arraga, a la altura del dintel de aquí atrás, y con pilotes se construyó un piso de madera para que durante años nadie viera dónde se sentaban los representantes del pueblo. Querían ocultar, como si fuera imposible ver, dónde estaba la soberanía del pueblo, conculcada por la dictadura, que se llevó la libertad, la libertad de prensa, los partidos políticos, pero que encontró resistencias.
Ayer fue una jornada simbólica. Participamos de una sesión recordatoria que logró traer la voz de los que vivieron aquella noche terrible; uno ocupa estas bancas y no quiere imaginar lo que estaría pasando por sus mentes, pensando en sus familias, en sus partidos, en el futuro –en lo personal y en lo colectivo–, cuando sabían que venían a tomar el Parlamento.
En esa sesión estuvimos todos nosotros, y en la barra estuvieron presentes el presidente de la República y los últimos tres presidentes vivos de la democracia.
También estuvieron algunos vicepresidentes y las Fuerzas Armadas, en la segunda y tercera fila. Esa imagen de los presidentes sentados juntos, saludándose y hablándose ¡es única en el mundo!, se los puedo asegurar. ¡Es irrepetible, imposible de ver en otro lado! Esa es la imagen del Nunca más, la construcción de lo que viene, de lo que hay que cuidar. Ese fue el símbolo más
importante que logramos construir, que hoy seguirá con otras señales del mismo tipo y que acá estamos viviendo.
Es por esa razón que miro en esta sala y veo socios y adversarios, pero entre ellos también veo compañeros de lucha, que resistieron a la dictadura en los tiempos del blanco y negro –estabas de un lado o luchabas del otro–, representando a muchos proscriptos, presos o exiliados por la dictadura, que persiguió a todo el que pensaba diferente. Siento y veo héroes anónimos, como esos funcionarios –quizás en Arraga y en Benítez se pueda recordar a todos–, pero también en los trabajadores que resistieron con la huelga general ¡heroica! de esos tiempos, que mi partido apoyó. También los siento y los veo en todos los que resistieron desde su lugar y en la cantidad enorme de ciudadanos que hicieron lo propio para resistir y esperar el momento para recuperar la democracia.
Tenemos que aprender de esos tiempos; tenemos que aprender también de los errores. No es este el momento –por lo menos no lo es en mi intervención; quizá venga más tarde en la jornada, mañana, pasado o el año que viene– del reproche, de la búsqueda de la diferencia, que es legítima porque este es un proceso cuyas heridas no han terminado de cerrar: sigue en debate. Cada uno trata de defender el lugar en el que estuvo durante el Febrero Amargo y el 27 de junio, cómo reaccionó en una y cómo se despertó y reaccionó en la otra. Como dije, no es este el momento. Es el momento de ir a lo trascendente, a lo que nos queda, a la construcción de lo que viene. Es por eso que comparto el Nunca más, pero el Nunca más así solo tiene una potencia enorme como consigna, pero vacío no dice mucho. ¿Nunca más qué? Y ese es el debate; esa es la autocrítica que la sociedad, y sobre todo el sistema político, tienen que hacerse. Quizá lo hagan en la intimidad porque todos fuimos, de algún modo, responsables de que se generaran las condiciones lamentables que trajeron ese golpe de Estado; el pueblo y los políticos no fueron responsables del golpe de Estado, pero sí lo fueron de las condiciones que lo hicieron posible.
Por lo tanto, hoy hay que decir Nunca más a muchas cosas: nunca más al terrorismo, y nunca más al terrorismo de Estado; nunca más a los iluminados que vieron el atajo para conquistar el poder, más allá de la opinión del soberano y de las urnas, y nunca más a la tortura, a la persecución, a la cárcel, al asesinato, a la coordinación con dictaduras de la región, al sometimiento a los designios del imperio, que llevaba adelante su estrategia en la región; nunca más a los secuestros, a las ejecuciones, a la tortura y nunca más a las desapariciones de uruguayos, nunca más a la persecución de los que piensan distinto. Nunca más a un cúmulo de circunstancias que nos hicieron vivir el atropello y el autoritarismo,
pero también la confrontación y la violencia en el país.
¡Seguiremos debatiendo cuándo fue el golpe de Estado y donde estuvo cada uno!
Cada uno lo sabrá. Permítanme decirles que yo pertenezco a un partido que me llena de orgullo. Con escuchar a Wilson Ferreira Aldunate una vez más, con ver la declaración del directorio del partido de ese día, o con saber cómo reaccionaron nuestros dirigentes políticos en la resistencia –y, entre ellos, ver aquí a nuestro expresidente de la república, Luis Alberto Lacalle Herrera, que fue preso, como tantos otros–, me alcanza para decir hoy que, como tantos otros, somos y seguiremos siendo orgullosamente blancos.
Pero también quiero decir que lo que vale para nosotros en materia de defensa de derechos humanos, de libertades y de democracia ¡vale para todos! ¡Lo vamos a defender acá y en toda América Latina! ¡Donde haya violación de los derechos humanos, donde se conculque la libertad del pueblo, donde no haya prensa libre, donde haya presos políticos por pensar diferente, se levantará nuestra voz! Allí estaremos nosotros, bajo la misma consigna que nos reunió a todos el 27 de noviembre de 1983 en el último pacto ¡unánime! del pueblo uruguayo en el Obelisco: Por un Uruguay democrático y sin exclusiones. Todos los que no estaban proscriptos, estuvieron allí representando al pueblo; muchos de ellos están hoy acá.
Con las mismas palabras que Alberto Candeau terminó de leer aquella ¡brutal proclama, que es histórica!, quiero terminar la mía: «¡Viva la libertad! ¡Viva la república! ¡Viva la democracia!».
Gracias, señora presidenta.
(Aplausos en la sala y en las barras).
Nació en Aires Puros.
Tiene tres hermanos menores, que son trillizos, dos varones y una mujer.
Está casado con Laura, tiene tres hijas y dos nietos de 5 y 2 años.
Concurrió a la escuela Estado de Israel, al Liceo 21 y al Liceo Rodó.
Fue boy scout desde los 11 años en el barrio Casavalle.
Trabajó como relojero desde los 16, mientras terminaba preparatorios y empezaba Facultad de Derecho. Atendió el quiosco que tenía su padre en el barrio Reducto, y más tarde dio clases de conducir.
A los 18 años se fue a vivir al barrio Municipal Instrucciones, a un predio de los Scouts, desde donde realizaban diferentes acciones de servicio social.
Comenzó su militancia política previo al plebiscito de 1980. Estudió Derecho y tuvo una activa actuación en la militancia gremial, siendo fundador, delegado y ejecutivo de la ASCEEP, y en ella fundador de la CGU.
Desde el Partido Nacional, fue fundador de la Secretaría de Asuntos Sociales (SAS)
En febrero de 1985, fue electo Director del Partido Nacional por la SAS, en el Directorio que presidió Wilson.
Desde ese año, fue el primer Secretario General de la Juventud de Por la Patria y diputado suplente por la Lista W.
Fundador y primer Director del INJU, y Director Nacional de Correos.
Accedió al Senado por Propuesta Nacional en 1994. Desde 2004 ejerce ininterrumpidamente la actividad parlamentaria, primero como diputado y luego como senador, habiendo apoyado las candidaturas de Jorge Larrañaga.
Hoy se ha propuesto recrear una corriente wilsonista, el Movimiento Nacional Por La Patria, con el objetivo de ensanchar la base del Partido, para ayudarlo a ganar y continuar con los cambios. Dispuesto a asumir los desafíos necesarios.